viernes, 27 de junio de 2008

Tal vez por soñar demasiado se nos va la vida por delante. Si escuchamos demasiadas canciones de amor, nos acostumbramos a que éstas cuenten con palabras ajenas nuestra propia historia. Las ilusiones a veces nos atrapan en más ilusiones, en un círculo vicioso que empalaga. Nuestra cabeza se va de viaje en cualquier momento, pero el cuerpo se queda estático atrapado en la monotonía de los mismos lugares. Y siguen rodando las canciones, los cortometrajes de la mente, pero de nosotros no queda mucho que decir.

lunes, 16 de junio de 2008

Pimp my cab

"Nos van a mandar una van con aire!"

Tres minutos y pico después, llegó el taxi prometido a Unibe, para poder trasladarnos a casa de alguien a hacer un trabajo. No solo era una van con aire (cómo sabían que éramos mas de dos personas?), sino que tenía un DVD Player en vez de radio. Nos acomodamos y empezó el viaje.
Cerca de Unibe hay muchas tiendas de armas. En lo que se desahogaba el tránsito el taxista se puso a hacer negocios con uno que andaba por esa área. El negocio consistía en ver a cuánto saldría intercambiarle su pistola a su tía. Se barajaron algunos precios, y en eso una de las que andaba montada empezó a vocear: "Eeey, en cuanto me sale una 9mm?". A modo de respuesta, el taxista le pasa una tarjeta de la armería.

Cuando seguimos el camino, Paola y el taxista empiezan una conversación casual acerca de... pistolas. Mientras trato de retratar el DVD player para mostrarle a los incrédulos, me pierdo una parte de aquel small talk, pero la imagen vívida del taxista enseñándonos su pistola me devolvió rapidamente a la silla. Anderdiaaaablo, tres mujeres en una van con un tigre armao... ay, tres mujeres con computadoras, libros y tarjetecrédito... ayyy carajo en qué nos metimos. Bueno, si se desvía demasiado del camino, e' pa fuera que nos tenemos que jondear.


El chofer, como si nos acabase de enseñar una foto de su hijo, sigue tan campante
hablando con nosotras. Empieza un cuento de que una vez fueron 5 a una discoteca en la Venezuela, y los 5 andaban armados. Uno de ellos tenía incluso una escopeta.

"Ya tu sabe, nosotro queríano arma lio, entonce cogimo y empujamo a uno que taba solo. El tipo dijo 'Ta bien, utede son cinco y yo uno, yo no vua pelia con utede'. Pero cuando salimo pa fuera habían do mujere peliándose y nosotro dijimo 'Ahora e'. Cogió mi primo, cargó la pitola y tiró 3 tiro al aire. Entonce el otro primo y yo tirano 3 tiro ma y se armó un juidero con botellaso... Y cogió el de la ecopeta y la cargó *cla cla* y ahí fue que se armó de verda!"


No ombe, este tipo es un charlatán. Nos reímos los cuatro y no se volvió a hablar más en el trayecto. Desde que nos montamos, noté que solamente había música de La Oreja de van Gogh. En un buen sistema de sonido que me masajeaba la espalda al estar sentada en el fondo y de paso me ensordecía ligeramente. Después de pasar el túnel de la 27, el hombre decide barajar a La Oreja y saca el CD del DVD player. Luego coge un armatrote lleno de CDs, elige uno y lo pone. Sorpresa... Lo que le faltaba al viaje era reggaeton! Las bocinas
empiezan a retumbar con Tito el Bambino, mientras que en la pequeña televisión empiezan a aparecer mujeres bailando y tigueres rapeando. Al final del viaje, nos despide el estribillo de "soy una gárgola, esta noche salimos a deshacer..." a todo volumen, interrumpiendo por un rato la paz de mediodía del edificio al que llegamos... basicamente nos desmontamos en tierra firme, a la salvación y al hecho de haber llegado vivas para poder contar el recorrido en taxi más bizarro que he tenido.

lunes, 9 de junio de 2008

El caos de la salsa

Anoche, el hambre llevó mis pasos hasta un Taco Bell cualquiera. Apenas entramos veo en primer plano a un hombre gigante vociferando algo sobre una goma. "Eso es como vender un vehículo sin gomas!", le grita a los empleados que se quedan tiesos ante esta impestividad. "Mejor pongan un letrero donde digan que no tienen ningún tipo de salsa!!". Este es el momento en que me asusto y mi mamá me dice "Goma? De qué goma es que habla?". Empiezo a especular: salsa se refiere a los sobrecitos de suave o picante o a toda la gama que incluye guacamole, sour cream, pico de gallo? Me imaginé un taco duro como una piedra en caída libre hacia mi estómago, guallando durante todo el camino, sin una salsa que lo pusiera en su punto...

El hombre anda con una niña pequeña. Ella está visiblemente confundida ante la discusión. "Quiero que me cancelen la orden ahora!", dice el tipo mientras se agacha para monologar con la niña, y acto seguido la jala de un brazo y se van , probablemente a fajarse con la falta de parqueos de cualquier otro Taco Bell en la noche de un domingo.

Llega nuestro turno en la fila. Sorprendentemente hay un letrerillo que informa de la falta de salsa en el recinto (foto arriba). En la caja de al lado una parejita pide algo y le informan que no hay salsa. El jevito dice "Pero Taco Bell no tiene sentido sin la salsa... Holy shit!". La tipa dice "Chichí, tú sabes que yo me lo como sin salsa". Chichí empieza a pensar, trata de discutir pero no puede, se concentra durante 15 segundos y, con la determinación de un macho alfa exclama "Pues nos quedamos!"

Caos. Se acaba la salsa. El mundo se acaba. Pero todavía queda guacamole...

viernes, 6 de junio de 2008

Fake Story #4: Monumentos y parquímetros

Había pensado en diferentes estrategias y excusas. Algún concierto, el cumpleaños de alguien, una goma pinchada, un poco de bar-hopping por la ciudad… al final quedó con el invento más sensato: tarde de paseo, noche de tacos, domingo de paseo, todo con sus buenas amigas confiables de siempre. El detalle que su madre desconocería es el hecho de que todo es una mentira. Un telón tras el cual ella desaparecería durante el fin de semana para irse a otra ciudad con los amigos corruptos; aquellos a quienes sentía conocer de hace más tiempo que nueve meses, pero lamentablemente no era de esa manera que lo veía su madre.

Tres veces o más había pedido permiso para dormir fuera, y siempre fue denegado. Ahora era tiempo de cambiar la sintaxis de su petición. Cruzó los dedos para que su madre pasara por un momento de estupidez y le creyera el cambio. Usó las palabras correctas, y el permiso falso le fue dado. Al otro día consiguió su pasaje de la Metro de forma underground, informó a todos que se unía a su causa y fue feliz mientras empacaba su maletita.

Llegó el día de la fuga. Paquetes en mano, todos llegaron a la terminal. Dos semanas habían esperado para esto, y ya la emoción era casi tangible. No se cansaron de hacer planes, bromear, tirar fotos desenfocadas para Facebook o gritarse como bestias entre ellos. Ella quiso sacar su cámara para unirse a la sesión improvisada, pero no la encontró. Soltó un ‘carajo’ para sus adentros y siguió escudriñando en la cartera como por impulso. En el momento que su mano apartaba el celular para buscar algo de lo que no estaba consciente, éste sonó.

Trató de hacerle señas al resto del mundo para que hiciera silencio, pero dio la causa por perdida y se apartó un poco de la sala de espera. La palabra “mami” seguía insistiendo en la pantalla, y ella decidió responder.

“Aló?”

“Vuelve ahora mismo a la casa. Se te quedó la taquilla de la guagua debajo de la cámara.”

Del otro lado de la línea se cierra el teléfono con pique. Y aquí murió su fin de semana de aventuras para dar paso a un sábado tortuoso y un domingo indiferente, sin tacada y sin compañeros, sin alcohol ni paseos, y con la seguridad de que la palabrería por venir sería algo cercana a lo eterno.