viernes, 6 de junio de 2008

Fake Story #4: Monumentos y parquímetros

Había pensado en diferentes estrategias y excusas. Algún concierto, el cumpleaños de alguien, una goma pinchada, un poco de bar-hopping por la ciudad… al final quedó con el invento más sensato: tarde de paseo, noche de tacos, domingo de paseo, todo con sus buenas amigas confiables de siempre. El detalle que su madre desconocería es el hecho de que todo es una mentira. Un telón tras el cual ella desaparecería durante el fin de semana para irse a otra ciudad con los amigos corruptos; aquellos a quienes sentía conocer de hace más tiempo que nueve meses, pero lamentablemente no era de esa manera que lo veía su madre.

Tres veces o más había pedido permiso para dormir fuera, y siempre fue denegado. Ahora era tiempo de cambiar la sintaxis de su petición. Cruzó los dedos para que su madre pasara por un momento de estupidez y le creyera el cambio. Usó las palabras correctas, y el permiso falso le fue dado. Al otro día consiguió su pasaje de la Metro de forma underground, informó a todos que se unía a su causa y fue feliz mientras empacaba su maletita.

Llegó el día de la fuga. Paquetes en mano, todos llegaron a la terminal. Dos semanas habían esperado para esto, y ya la emoción era casi tangible. No se cansaron de hacer planes, bromear, tirar fotos desenfocadas para Facebook o gritarse como bestias entre ellos. Ella quiso sacar su cámara para unirse a la sesión improvisada, pero no la encontró. Soltó un ‘carajo’ para sus adentros y siguió escudriñando en la cartera como por impulso. En el momento que su mano apartaba el celular para buscar algo de lo que no estaba consciente, éste sonó.

Trató de hacerle señas al resto del mundo para que hiciera silencio, pero dio la causa por perdida y se apartó un poco de la sala de espera. La palabra “mami” seguía insistiendo en la pantalla, y ella decidió responder.

“Aló?”

“Vuelve ahora mismo a la casa. Se te quedó la taquilla de la guagua debajo de la cámara.”

Del otro lado de la línea se cierra el teléfono con pique. Y aquí murió su fin de semana de aventuras para dar paso a un sábado tortuoso y un domingo indiferente, sin tacada y sin compañeros, sin alcohol ni paseos, y con la seguridad de que la palabrería por venir sería algo cercana a lo eterno.

1 comentarios :

  1. Tas* dijo...

    que fuerteeeeeee!!!!!!!