jueves, 3 de abril de 2008

Orgasmo culinario

Ya estaba listo. Su olor invadía cada rincón de la casa. Llegué expectante a la cocina, y ahí estaba. Me abalancé sobre un pedazo de él, sin esperar ni un segundo más. La mano izquierda agarraba, la derecha dirigía. Y llegó el primer trozo a mi boca, y fue como una bofetada de placer.

Cerré los ojos y casi caigo de rodillas ante la conmoción. El mundo daba vueltas, pero yo me estacionaba. El chocolate derretido jugueteaba con mi lengua, el otro chocolate esponjoso me dominaba, y al mismo tiempo me suplicaba que lo triturara a mordidas. Me apuré con el segundo bocado, esta vez en combinación con helado... La fría vainilla y el chocolate ígneo peleaban a golpes en mi boca, hasta fundirse en una suave sinfonía tibia que rodaba hacia el vacío. Mis pulmones no eran capaces de contener tanto aire, y éste se iba fuera de mí a borbotones.

Continúo ahogándome en un placer masoquista; el cielo de mi boca se quemaba ante el chocolate semilíquido. Oigo una voz de mujer lejana, respondo también lejanamente. Mi corazón no podía contenerse y emitía pulsaciones de más que sólo acrecentaban mi deseo. Sigo disfrutando en un remolino salvaje que por momentos se ralentizaba y me dejaba explotar poco a poco. Nunca supe cuándo fue el orgasmo.

Al final, todo termina. El mundo pierde un poco de brillantez. Me apoyo contra la meseta, dejando a un lado el plato vacío, arrasado. Fondant maldito que me hace desearlo con furia cuando se acaba. Hace ya mucho tiempo de esto, pero hoy me he dado el lujo de revivirlo palabra a palabra.

0 comentarios :